Un espacio para mamá
Desde que me convertí en mamá, mi rutina y planes han girado en torno a mi familia y no lo cambiaría por nada, disfruto que sea así, agradezco tener la oportunidad de pasar tiempo con ellos, pero a veces también necesito espacios sola, para hacer otras cosas, planes o ideas pospuestas por esta nueva rutina y realidad. Así que cuando mi amiga Joanna me invitó a pasar un fin de semana aprendiendo de Fotografía, en un lugar alejado de la ciudad, las redes, el internet y mi familia, creí que era la oportunidad perfecta, pero igual me invadió la duda y el miedo de dejarlos solos (por dos días).
En un principio no había cupo para mí y aún cuando me encantaba la idea, lo dejé en manos de Dios, si era para mí se abriría un espacio, y fue así como dos días antes y sin tener mucha oportunidad de pensarlo mucho me avisaron que había un espacio disponible y me lancé a la aventura.

Quien me conoce sabe que la aventura y yo no somos los mejores amigos, pero como dicen por ahí - si queremos resultados diferentes, tenemos que hacer las cosas diferentes - y nada es casualidad, si esta oportunidad se estaba dando es porque era para mí, si algo he aprendido es que todo se va dando atado como por un pequeño hilo invisible que fluye hasta llevarnos a lugares maravillosos.

Allá llegamos y desde bien temprano sentimos que el paseo valdría la pena y las aventuras no se hicieron esperar. Sentí que volvía a tener 15 años y estaba de campamento con amigos, pasándola bien y aprendiendo cosas nuevas sobre algo que me encanta y que vivo posponiendo entre el trabajo y la rutina. Disfruté de la naturaleza, de poder conectar con lo que me rodea (y conmigo), de conocer gente nueva, de comer rico, de desconectarme de redes y el mundo digital. Descansé en una carpa y me desperté temprano, pero para meditar y hacer una clase de yoga que me recargó de energía. Hicimos caminatas y paseos a la montaña y al río, nos bañamos bajo la lluvia y disfrutamos de hablar sin niños revoloteando alrededor.
Y sí, lo disfruté y lo volvería a hacer, aún cuando extrañé a mi familia infinito no dejé que me afectara (tanto) la culpa y me regale dos días de aventura y aprendizaje solos para mí y mi crecimiento personal. Agradezco a la vida (y a mi amiga) por sacarme de mi zona de confort, por recordarme que esos espacios son necesarios, por aparecer justo en un momento en el que estoy recorriendo un camino interno para sanar y encontrar quién es esta nueva Yo después de tanto.

La culpa muchas veces no me deja hacer espacios para mí, regalarme momentos y experiencias como esta, pero qué necesarias son. Volví feliz y recargada y aún cuando mi chiquito me extrañó y se ha encargado de hacerme saber que tenerme lejos fue difícil para él, hoy entiendo aún más lo importante que es seguir abriendo espacios pequeños para aprender, crecer, evolucionar, recargarnos y reflexionar para continuar con el mejor rol de todos que es el de ser Mamá.
Les dejo fotos de esta experiencia, mías, de Joanna y de Leygh quien nos dio el curso. Y ahora sí, por aquí los deja una mamá lista para tomar fotos y guardar mejores recuerdos de su chiquito amadísimo.