Mi camino emocional

Estos últimos meses han sido de observar (me) , entender (me) y tener (me) paciencia... y qué difícil es. Cuando se transita un proceso de duelo hay cosas que no se pueden seguir dejando de lado, emociones que salen a flote y que estamos acostumbrados a esconder, tapar y reprimir porque son “malas”, porque nos han enseñado que no las debemos sentir.
Transitando mi proceso he comenzado a entender como los juicios que me hago y la poca compasión, comprensión y paciencia que me tengo son producto de una crianza en donde había poco espacio para sentir rabia, tristeza, impotencia, decepción... no es un queja a mis padres, es una observación que me hago y trato de digerir para hacerlo diferente con Juandi.
Todas las emociones forman parte de nosotros, conviven y aparecen a lo largo de los días y no está bien o mal sentirlas, lo que está bien o mal es cómo aprendemos a canalizarlas, manejarlas y expresarlas. Hay momentos que nos producen muchas emociones y eso está bien, lo más sano es dejarlo fluir, aceptarla, expresarla, ponerle nombre y seguir adelante, pero realmente como padres abrimos esos espacios? Tenemos paciencia para escuchar, contener, acompañar y guiar? Muchas veces no.... hay tantas respuestas automáticas que decimos los padres y que van forjando juicios muy duros en nuestros chiquitos... “no llores”, “eso no duele”, “no es para tanto”, “ya se te pasará”, “quédate quieto”, “tranquilo que no es nada”... y mil más que generación tras generación escuchamos, internalizamos y repetimos sin darnos cuenta de todo lo que está atrás y se hace tan difícil y duro romper con el ciclo, entender que sentirlas está bien y es necesario para poder continuar.
El esfuerzo que hago es consciente, muchas veces (más de las que quisiera) las frases aparecen y salen en automático, pero cuando me doy cuenta trato de poner freno, cambio la estrategia, valido, acompaño y como puedo canalizo la rabia y frustración (propias de mi niño de dos años) que aparecen para poder seguir nuestro día, pero sobre todo, para enseñarle que está bien sentirse así, que es normal y que aquí estoy se sienta feliz o triste, contento o bravo.
Vivir este proceso por segunda vez y acompañada de un chiquito de dos me ha puesto en retrospectiva, me ha hecho darme cuenta que si no aprendo a tenerme paciencia y dejarme sentir a mí no puedo enseñarle a él, y tengo un chiquito tan sensible que se afecta por cómo estoy y como no estoy del todo bien, él tampoco lo está y no sirve de nada lo que diga porque ellos aprenden con el ejemplo y tan sólo de vernos.

Así que el trabajo ha sido observarme, escucharme, tenerme paciencia y compasión para luego poder observarlo, escucharlo y tenerle paciencia y compasión a él. No se puede ofrecer algo que no sentimos y vivimos con nosotros mismos, y cuesta mucho porque nos enseñaron que no estaba bien sentir eso y ahora el trabajo es doble, pero agradezco que tengo a un chiquitín de dos que es mi maestro más grande.