Conversando sobre Disciplina Positiva
El lunes estuve conversando con Ana Matilde Catalá (una profesora, colega y amiga a quien quiero y admiro muchísimo) sobre un tema que nos preocupa a muchos padres: “la disciplina positiva”, el vídeo lo compartimos a través de un LIVE por Instagram, pero como muchas personas me han comentado que no pudieron verlo, aquí les dejo un resumen de lo que hablamos en este primer encuentro.
Como padres siempre estamos buscando lo que es mejor para nuestros hijos, pero hay tanta información, fuentes, teorías, corrientes que a veces no sabemos por dónde empezar y la verdad es que no hay un fórmula perfecta que podamos copiar y tenga los mismos resultados en cada familia, porque cada familia es diferente con características, necesidades y personas diferentes, por lo que muchas veces lo que funciona para una, no lo hace para la otra. Así que debemos evitar compararnos, pensar que hay familias perfectas a las que todo les funciona, en donde no hay gritos, pataletas ni luchas de poder. Todas las familias tienen altos y bajos, todas tienen momentos difíciles y todas pasan por ajustes, ensayo y error hasta conseguir lo que más les funciona. En la paternidad no hay nada escrito sobre piedra y es por eso que cada uno debe ir escogiendo lo que mejor se adapte a su grupo familiar.
Todos los que recorremos este camino de la paternidad perdemos la paciencia, tenemos

días malos y momentos en los que no sabemos qué hacer, incluso a mi me pasa y a personas con más experiencia y preparación también. Es por eso que es tan importante saber cuándo pedir ayuda y a quien acudir, pero sobre todo hacer un equipo con la pareja y entender que nadie puede tomar las decisiones por nosotros o pasar sobre aquello que hemos decidido que es lo mejor para nuestros hijos.
Tener claro el rol que jugamos los padres es vital para poder establecer límites y por tanto una relación sana con nuestros hijos y para llegar a ser la mejor versión de los padres que queremos ser es necesario desarrollar 4 competencias parentales básicas:
1. Protectoras: esas que nos llevan a proteger a nuestros hijos ante cualquier peligro que se pueda presentar.
2. Vinculación: esa conexión irremplazable que vamos desarrollando y cosechando con nuestros niños
3. Formativas: entender cómo lo quiero educar y formar partiendo de que todo lo que yo haga lo influenciará de una u otra manera
4. Reflexiva: tener la capacidad de reflexionar sobre cómo lo estoy haciendo, reconociendo cuándo lo hago bien, pero también cuándo debo hacer correctivos sobre las formas que estoy usando
Y en este último punto es en donde tenemos que saber cuándo pedir ayuda para llevar el estilo de crianza que queremos tener conociendo que ésta puede ir desde el autoritarismo hasta el ser pasivos o no involucrarnos y en donde lo ideal sería llegar a un punto medio que podríamos llamar una crianza democrática.
Situaciones que nos sacan de quicio habrá muchas y en medio del caos muchas veces parecerá que la mejor opción (y más fácil) es una buena nalgada, pero pensándolo bien eso sólo traerá más caos, llanto y si soluciona el problema lo hará momentáneamente pero a la larga traerá consecuencias y dejará marcas en nuestros niños. El autoritarismo puede dar como resultado niños inseguros, con miedo, incapaces de confiar en sus padres y en una lucha de poder sin sentido. Y ser pasivos no ayudará al niño a comportarse en una sociedad en donde hay normas que son las que nos permiten convivir en paz.
Y es ahí en donde aparece la disciplina positiva, que no es lo mismo a no poner límites y dejar al niño mandar y hacer a su gusto, sino un estilo de crianza en donde se pongan límites y existan normas, pero en donde también hay la flexibilidad y la comprensión de que el niño tiene una identidad propia, personalidad, necesidades y características que juegan un rol importante dentro de la familia.
La disciplina positiva busca llegar a un equilibrio en donde no se irrespete ni al niño ni a los padres y en donde existen rutinas, normas y límites claros que le permitan al niño poder desarrollarse libremente dentro de esos parámetros, sabiendo qué esperar, qué viene a continuación y cómo debe comportarse según el momento de la rutina que se presentará. Tener una rutina puede ser “esclavizante” al principio, pero es sólo a través de ella que un niño pequeño que aún no habla puede estar tranquilo y sin ansiedad porque está seguro que sus necesidades básicas estarán cubiertas y reducimos el riesgo de caer en la lucha diaria de la pelea por el sueño, el hambre, etc, es decir la rutina es la que le da contención al niño y seguridad.
Unos padres que ponen límites claros, con un lenguaje adaptado a la edad de los niños no estarán exentos de momentos de crisis pero si podrán salir más fácil de ellos, recordando siempre que ellos son los adultos que están al mando y recurriendo a técnicas como estas para dar contención emocional:
• Ponerse a la altura del niño y comenzar a crear contacto desde ahí
• Hablar con un tono de voz suave y un voz armoniosa terminando las palabras de forma alargada
• Abrazar al niño y sobarle el centro de la espalda con movimientos hacia abajo en caso de que exista el llanto y no logre calmarse
• Pedirle que respire profundo enseñándole cómo debe hacerlo o recordándole como lo hacen en otro momentos del día a través de juegos
• Hablándole firme, pero con un tono de voz amoroso en donde recuerdas la norma y las consecuencias que su conducta podría tener
• Teniendo claro que las consecuencias tienen que ir relacionadas con la conducta, por ejemplo: no querer ir al colegio tendrá como consecuencia quedarnos aburridos en la casa mientras pensamos qué estarán haciendo los amigos, y no una consecuencia positiva, como ir de paseo con mamá, o una no relacionada como quedarse sin merienda, etc
• Entendiendo que hay conductas que son propias de la edad pero que eso no quiere decir que las permitamos
A lo largo de las diferentes edades de los niños, van apareciendo conductas y reacciones nuevas que van de la mano con la necesidad de independencia y autonomía que van teniendo y es ahí en dónde debemos intervenir e irlos guiando para que sepan qué cosas pueden decidir y qué no, y nosotros como padres reconocer y escoger las batallas que daremos y las cosas que no son negociables (salud, seguridad) dejemos las etiquetas de las edades de lado, no maximicemos esas situaciones que son de un momento y nos desbordan pero que no representan ni la mitad del día de nuestros hijos, enfoquemos nuestra atención y pongamos nuestro esfuerzo en resaltar lo positivo, en esas edades curiosas, en esos niños exploradores, independientes, capaces de demostrarnos que pueden hacer las cosas solos.
Nadie dijo que la paternidad sería fácil, pero sí está en nosotros mantener el control y la calma, respirar y salir del espacio cuando sea necesario para luego que pase el caos poder retomar, hablar y canalizar lo sucedido. Busquemos ayuda en los expertos, preguntamos y hagamos aquello que creemos es lo mejor y sin sentimientos de culpa, porque todo lo que se haga desde el amor de padres y buscando el bienestar de nuestros hijos no puede generarnos culpa, aún cuando sintamos que hemos podido hacerlo mejor.
Pongamos límites sanos, coherentes, claros pero hagámoslo de forma amorosa, sólo así lograremos objetivos a largo plazo.
La próxima semana dejaré estrategias y actividades para hacer en casa luego de nuestro LIVE con Ana.